El Observador, el Sujeto de la Experiencia y la Conciencia de Unidad

La Realidad es condición del Observador y su Conciencia

Tener conciencia es una de las experiencias más familiares que tenemos los seres humanos, pero también es uno de los mayores misterios. Las personas conocemos el mundo a través de nuestras experiencias conscientes las cuales pueden ser visuales, auditivas, táctiles, olfativas, gustativas, de frío y calor, dolor, diversas sensaciones corporales, pensamientos, emociones y sentido del sí mismo.

Las personas somos testigos de todas las experiencias que nos acontecen y por el hecho de ser los espectadores tanto de las experiencias internas como externas, podríamos deducir que somos el Observador; pero ¿existe una diferencia entre el observador y el sujeto de la experiencia o son la misma persona? El sujeto de la experiencia se identifica con todos los acontecimientos corporales sintiéndolos como propios, como cambios en el estado físico, emocional y mental; digamos que, de alguna forma, está encapsulado dentro de sí mismo. El observador, en cambio, es neutro con respecto a cualquier modificación que acontezca con el sujeto; por consiguiente es el testigo de la mente.

Para Grinberg el Observador es un concepto central y ocupa un lugar estelar en el desarrollo de la conciencia y en particular en la posibilidad de experimentar la Conciencia de Unidad, y para lograrlo creó una técnica de hiperunificación que es la Meditación Autoalusiva.

La Conciencia de unidad se caracteriza por el hecho de que “la persona que la experimenta expande su identidad y se pone en contacto con un nivel trascedente de sí mismo, que va desde la Conciencia Planetaria, hasta la “Gran Mente”, el “Ser” o el “Yo Puro””( Grinberg-Zylberbaum, 2008, p.172). Vive el mundo como un ser y todas las mentes como una sola mente, así mismo reconoce que las plantas, los animales y aún las rocas pertenecen y son manifestaciones de la misma conciencia que todo lo permea y de lo cual él forma parte como señala Grinberg-Zylberbaum, (1988). 

Los únicos verdaderamente capaces de no distorsionar la realidad y de verla tal cual es, son seres que han alcanzado la Iluminación porque han podido purificar sus procesos internos. Cuando el campo neuronal logra mimetizarse con el estado básico no distorsionado de la Lattice, es decir la estructura energética pura de un espacio sin tiempo ni gravedad, se experimenta “La Unidad”, entonces la persona es capaz de modificar la realidad desde sus orígenes, debido a que su campo neuronal de forma temporal no distorsiona la Lattice.

Grinberg-Zylberbaum, (1990c) propone la técnica de meditación Autoalusiva como un camino para el desarrollo de la conciencia y explica que si se amplía la capacidad de información del Observador, es decir en la medida que éste incorpora en el acto de observación un mayor número de elementos, se activan funciones de mayor complejidad que ocurren como resultado de la transformación del Yo en contenido observable.

El sujeto al identificarse con sus experiencias (sonidos, olores, sabores, imágenes, etc.), le resulta muy difícil trascender su propia percepción; está de alguna forma amalgamado con las sensaciones que experimenta; en cambio el Observador no se identifica con ninguna sensación o experiencia. El proceso de contemplación Autoalusiva es un acto de poner atención, en el silencio, en uno mismo. Con esta técnica de meditación el sujeto experimenta una identificación con sus sensaciones para después testificarlas separándose de las mismas a través de la autoalusión.

La práctica de la meditación autoalusiva comprende varias etapas y tiene como resultado la expansión de la conciencia. Se fundamenta en la incorporación de todos los elementos de la experiencia en un acto unificado de observación de los mismos. “El observador, al añadir objetos de observación, va incrementando su poder unificador y, en cierto momento, traspasa una especie de umbral tras el cual el meditador se siente en contacto con un nivel de realidad de sí mismo que trasciende cualquiera de los componentes que ha incluido en la observación” (Grinberg-Zylberbaum, 1990a, p. 23) 

La contemplación autoalusiva es una técnica para que el Observador cambie voluntariamente el foco de su atención y lograr que transforme su experiencia consciente. En general mantenemos fija la focalización en un solo orbital, aquel que conforma nuestra vida cotidiana; pero con la contemplación autoalusiva el Observador logra focalizarse en orbitales distintos que van desde una identificación con la experiencia perceptual concreta hasta una focalización en realidades supra racionales, según Grinberg-Zylberbaum, (1990a).

El sujeto, al ir incorporando más elementos a observar, comienza una expansión de su atención y lo que un ser humano vive como yo o ego, se transforma en un nuevo estadio, es decir en contenido observable apareciendo un nuevo yo que vuelve en el siguiente nivel a transformarse en contenido observable. Estas transformaciones expanden la capacidad de unificación del Observador hasta que, en niveles avanzados y después de muchos cambios, el siguiente yo que aparece se vuelve indistinguible del Observador mismo.

En apariencia los eventos parecen desligados los unos de los otros, en un nivel de Conciencia, pero en el siguiente nivel se encuentran relacionados. Lo anterior implica que cada nivel de conciencia está más unificado e incluye mayor información correlacionada que los precedentes.

“La autoalusión ocurre cuando es posible ‘decantar’ el algoritmo de la experiencia global. El Observador es una ‘entidad’ única trans-algorítmica o meta-algorítmica la que, por definición, sobrepasa al sujeto. El Observador no se puede observar a mismo, de tal forma que no existe una cadena de Observadores sino únicamente Uno sólo… La autoalusión es una herramienta que aproxima al sujeto de la experiencia al Observador, pero nunca logra alcanzarlo porque en el Observador no existe ni sujeto ni experiencia testificable, sino únicamente mismicidad en el Yo Puro” (Grinberg-Zylberbaum, 1990c, p. 162). La principal diferencia entre el “Yo puro” y el ego es que el primero trasciende al cuerpo y la mente, mientras que el ego es una estructura restringida de la personalidad y limitada por alguna identificación. 

La existencia del Observador constituye el evento más sorprendente e inesperado del Universo. Puesto que el Observador es capaz de atestiguar cualquier distorsión del entramado espacio-tiempo, su existencia no se puede reducir a dicho entramado, no posee ninguna cualidad consciente, ni depende de ninguna estructura, más bien parece existir en sí mismo. El Observador podría ser conceptualizado como el algoritmo final, el cuerpo que funciona en el universo de mayor número de dimensiones posibles como afirma Grinberg-Zylberbaum, (1990d). 

Bibliografía

Grinberg-Zylberbaum J. (1988). Psicofisiología del poder. México: INPEC.

Grinberg-Zylberbaum J. (1990a). Técnicas de meditación trascendente. España: Heptada.

Grinberg-Zylberbaum J. (1990b). Los chamanes de México. V El cerebro y los chamanes. México: INPEC.

Grinberg-Zylberbaum J. (1990c). Los chamanes de México. VI La voz del ver. México: INPEC.

Grinberg-Zylberbaum J. (1990d). La creación de la experiencia. México: INPEC.

Grinberg-Zylberbaum J. (2008). Fluir en el sin yo. México: Ediciones B.

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