Los Viajes por el Universo y la Psicoterapia

Allá cuando niña al igual que tantos infantes deseaba ser astronauta, me imaginaba surcando el espacio en una nave mientras observaba un cúmulo de estrellas, planetas y  asteroides en medio de un gran silencio… Muchos años después y sentada en mi consultorio descubrí que aquel sueño se había hecho realidad, en medio aquellas paredes donde todo permanecía estático en apariencia, realizaba viajes frecuentes a la mente e historia de mis consultantes, entonces juntos compartimos el camino, a veces por periodos breves y otras ocasiones recorriendo trayectos intrincados y  más prolongados.

Estamos programados para ser únicos, totalmente distintos a las personas que nos rodean. Nuestra constitución genética y el entorno que nos ha tocado vivir se encargan de que nos comportemos de una manera o de otra, que seamos agresivos o benevolentes, lúdicos o solemnes, empáticos o insensibles, perezosos o trabajadores, curiosos o indiferentes.

Si bien es cierto que en nuestra forma de ser influyen la carga genética y los condicionamientos inconscientes, cuando tenemos la intención de hacer alguna modificación en nuestra vida, todos contamos con un aliado incondicional conocido como plasticidad cerebral,  que es la posibilidad de generar nuevas rutas neuronales para resolver los problemas que nos aquejan. Los procesos de psicoterapia nos habilitan para reforzar esos cambios, ya que tendemos a repetir sin darnos cuenta y desaprender no es nada fácil. Por ejemplo, si pretendemos incluir la meditación como parte de nuestra rutina, se necesitan 14 días de práctica diaria para generar adaptación y un total de 28 días para realizar un cambio de hábito.

Muchos años atrás el Dr. Grinberg-Zylberbaum hablo de un mecanismo hipotético llamado  “Factor de Direccionalidad». La aparición de la experiencia requiere de dos campos energéticos en interacción el Campo Neuronal (CN) y Campo Cuántico (CC), así como un tercer elemento denominado factor de direccionalidad (que realiza la terea individual de enfoque) y  sin el cual no sería posible explicar el carácter específico y espacialmente localizado de la experiencia. Normalmente hacemos algo similar con nuestra atención; la dirigimos en diferentes regiones de la interacción entre ambos campos, es por ello que cuando nos focalizamos de modo consciente en aquello que deseamos alcanzar, es lo que hace que se produzca la magia.  

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